martes, 7 de julio de 2009

Entrevista con Ana María Longi



“No escribo para ganarme la vida, sino para que mi vida tenga sentido”


Con natural desenfado, Oscar de la Borbolla, comentó dentro de las instalaciones de Unomásuno, que los humanistas no necesariamente terminan convirtiéndose en escritores. “De hecho, muchos no hacen una carrera o no la terminan. El caso más claro es García Márquez, abogado, inconcluso. Los que estudian literatura no dudo que lo hagan con esa ambición, sin embargo, por paradójico que resulte, más que volverse escritores, se vuelven críticos o peor aún, maestros de literatura”, aseveró el autor de Las vocales malditas.

El filósofo y creador literario más revolucionarios del siglo XX, calificado por los críticos como poseedor de un estilo descarnado y profundamente elegante, agregó: “Yo estudié filosofía porque andaba preocupado por la muerte, el sentido de la vida, y además, porque en mi tiempo, (entré a la Facultad en 1969) se creía que el Marxismo, eran las armas teóricas para cambiar el mundo. Desde niño me gustó escribir, porque desde niño leía, y eso lo hacía y lo sigo haciendo, no para ganarme la vida, sino para que mi vida tenga sentido”.

Mientras fuma un cigarro -que jamás prendió-, continuó: “He publicado 23 libros. Eso ya es un cuento muy largo. Algunos recordarán “Las vocales malditas”, o mis novelas “Nada es para tanto” y “Todo está permitido”, cuando todavía y espero que nunca llegue a tener la vanidad de Octavio Paz y piense que quien no recuerda toda mi bibliografía, es una persona inculta.

En cada libro he puesto siempre lo que se me ha dado la gana, sin reparar en infracciones que pudieran cometerse contra la moral, la política, e inclusive la verdad. Pues, concibo mi oficio como un ejercicio absolutamente libre que no respeta más autoridad que la del autor. No creo llegar a tener problemas por lo que escribo y no porque no contenga una buena dosis de subversión y crítica; pero estoy a salvo, porque a quienes critico son tan analfabetas como Vicente Fox.

¿En qué generación se le podría ubicar y qué tipo de lectores fueron los que buscaron más sus libros y sus columnas periodísticas? Se dijo, alguna vez, que sus libros, por su desenfado, gustaban mucho al mundo joven universitario, por poner un ejemplo, que molestaba a algunos facultativos rigurosos, a pesar de contar con el aprecio del Maestro Eduardo Nicol, uno de los pocos filósofos de la Facultad.

“No pertenezco a ninguna generación, y menos a algún grupo. Odio las mafias, los equipos de alpinismo literario, las sectas que veneran a un gurú; y además, creo escribir unas cosas raras que resultan inclasificables. Ni siquiera me parezco a mí mismo, y es verdad. Quienes están más dispuestos a adentrarse en la aventura literaria que propongo, son los jóvenes, aunque esto no excluye a muchos profesores de literatura, que al margen de su edad, continúan abiertos a nuevas propuestas. Quizá el más respetable estudioso de la literatura latinoamericana sea Julio Ortega, ó Alexis Márquez. De ambos tengo espléndidas reseñas, de mi obra. Y no puedo olvidar a quien sin lugar a dudas es la máxima autoridad en retórica y poética en México, y en el mundo de habla hispana: Helena Beristáin, con quien también me vincula una profundísima amistad”.


Los escritores que se reúnen en la colonia Condesa, afirman que sus libros no tienen edad, que por eso gustan y convencen a la gente de ayer y de hoy. ¿Podría aclararnos este concepto?

“En primer lugar agradezco esta opinión y me gusta. Pues alude algo que siempre me he propuesto. No escribir para una clase social, para un género, para una época, sino para una actitud: La actitud de rebeldía, de inconformidad, de curiosidad y de duda, que tienen los jóvenes”.

Como ciudadano, ¿qué le gusta y qué le enoja de su país. ¿Cómo escritor existe algo que lo descompense, lo moleste y hasta lo ofenda?

“Como ciudadano y como escritor, me molesta lo mismo: La corrupción. La corrupción que es la misma en la política que en las letras. Los burócratas de primer nivel ponen en los puestos que dependen de ellos, a sus compadres y a sus queridas, o a sus comadres y a sus queridos, y pasa exactamente lo mismo en la literatura nacional”.


El boom literario

Como escritor joven no se le puede colocar dentro del llamado Boom Latinoamericano, ni tampoco muy alejado de esta turbulencia literaria. No obstante, su ubicación un tanto independiente, nos hace suponer que sus formatos como lector se contextuaron también en Norteamérica y Europa. ¿Qué nos podría comentar acerca de esas etapas un tanto alejadas a tu vida de escritor pero también muy cercanas?

“Aprecio enormemente al Boom Latinoamericano; me he maravillado con “El Otoño del Patriarca”, de García Márquez, enamorado de la Maga, de la Rayuela de Cortázar. El mismo Fuentes, con “La Muerte de Artemio Cruz”, me parece extraordinario. ¿Y cómo olvidar la divertida que me dio el Pantaleón de Vargas Llosa?. Sin embargo, como dijo el poeta Fabregué: ‘He soñado tanto, he soñado tanto, que ya no soy de aquí’. Y mis sueños, fueron empezados desde mi infancia, con autores italianos; Giovanni Papini, Curzio Malaparte, que me dejaron tan profunda huella, que posiblemente es la causa de que hoy todavía disfruto más que ninguna otra, la literatura italiana, principalmente, la de Italo Calvino. De todos ellos, he aprendido algo, y sobre todo una cosa, que cada uno tiene su propia voz, y por eso yo no dejo de buscar la mía”.


¿Cómo ha sido experiencia con las editoriales?

“Al principio tuve problemas para publicar. Me costó muchísimo trabajo. Era el tiempo de la mafia, y yo nunca estuve dispuesto a sufrir el llamado derecho de pernada. Mi primer libro Las vocales malditas, conoció la luz, a través de una edición que me costó mis ahorros. Fue edición de autor, luego, poco a poco, comencé a publicar con más facilidad, porque siempre ha habido quien quiere leerme. Me di a conocer como escritor disfrazándome de periodista. Mis historias literarias, también las disfracé de periodismo. Fue la época de las Ucronías en el antiguo Excélsior, ahí aprendí que para que el editor, Don Gustavo Durán de Huerta, me publicara, tenía que ganarme el espacio con algo sorprendente. No creo que exista un mundo de editoriales perfectas. Las editoriales publican lo que se vende. Y por eso, si queremos mejores libros, debiera haber gente con menos hambre, gente con un trabajo que le dejara tiempo libre, gente que no tuviera que embrutecerse con el futbol, con el alcohol, o con las drogas, porque no tiene más alternativa. El problema es educativo. Con una educación que en serio despertara el amor por la lectura tendríamos gente más crítica, menos dócil, más exigente y por ello, es por lo que nadie ha querido hacer una reforma profunda de la educación en México”.


¿Cómo son y como han sido las mujeres de sus historias? Se lo preguntamos porque en las presentaciones de sus libros, nunca faltaba una feminista enardecida.

“Mis personajes femeninos están lo más alejado posible del modelo Penélope. Esa mujer resignada, abnegada, fiel, que nos regaló Homero, para mí las mujeres son individuos y no puedo verlas en bloque. Lo mismo me ocurre con los hombres, y por eso, he procurado construir mujeres diferentes cada vez, pero rebeldes, libres con su sexualidad, pues pienso que mejorar el mundo depende de unos y de otros. No creo en las cuotas, porque precisamente no tomar en cuenta el mérito individual de cada quien y favorecer el que hombres y mujeres se sigan viendo como bloques…
A propósito de la feminidad, creo que es otro estereotipo. La dulzura, la fragilidad, el comedimiento, no son privativas de las mujeres ni de los hombres. Hay individuos amables y hay individuos hostiles. Esta idea del género, como bloque monolítico, puede dar provocar manifestaciones aberrantes: Mujeres que se operan los senos y que ya no pueden mantener el equilibrio, que llegan antes de que lleguen ellas, y hombres también que se operan el abdomen para meterse un fregadero y se les vean los músculos. Todo eso me da risa. Ojalá que algún día perdamos las fronteras y descubramos que no somos más que individuos”.


Su vida conyugal al lado de la hermosa escritora Beatriz Escalante es vista como ejemplar. ¿Cómo han logrado sobrevivir dentro y fuera de casa?

“Tengo la enorme suerte de haberme encontrado con un individuo quien nunca se ha quedado estacionado. Eso hace que Beatriz siempre sea nueva, pues se la pasa estudiando, se la pasa pensando, se la pasa luchando. Y no me ha permitido apoltronarme, por eso, no sólo seguimos juntos, sino que seguimos muy felices juntos. Beatriz es en el sentido más elevado de la palabra, una compañera. Y yo, procuro ser también un compañero, compartimos el pan, la literatura, las dudas, en pocas palabras, la vida”.


Fuente: Unomásuno, Sabado, 14 de junio de 2008.

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