martes, 7 de julio de 2009

La vida de un muerto, por Adriana Paulina Fabián Méndez



Universidad de Guadalajara, CUCSH, Licenciatura en Letras Hispánicas.


El mito del doble que camina en La vida de un muerto de Oscar de la Borbolla


Por Adriana Paulina Fabián Méndez


Si algo ha distinguido al escritor mexicano Oscar de la Borbolla (México, D.F.; fecha imposible de precisar) de sus contemporáneos, es su originalidad aguzada por un alto sentido de lo absurdo, que lo ha llevado a construir piezas narrativas únicas por su complejidad estructural y semiótica. En ese caso se encuentran los cuentos de minificción de Las vocales malditas que fueron construidos a partir de la técnica llamada lipograma, que literalmente significa pérdida de letras (Beristáin, 2001: 303), y a través de la cual de la Borbolla creó cinco relatos utilizando sólo una vocal para cada uno.La obra de Oscar de la Borbolla mantiene, por un lado, una estructura siempre innovadora y aunque complicada, limpia y certera, y por el otro, ostenta un contenido profundo con implicaciones generalmente ontológicas, sociales, políticas y filosóficas (recuérdese que nuestro autor es Doctor en filosofía por la Universidad Computense de Madrid). Para ejemplificar esta premisa presentó a continuación un breve análisis de su última novela publicada hasta el momento La vida de un muerto (1998)La historia comienza con un hombre mediocre que cansado de pasar desapercibido ante todos, decide terminar con su vida decorosamente. Pero mientras espera que los barbitúricos hagan su trabajo, una copa de coñac y algunos buenos recuerdos lo persuaden de seguir aquel lapidario camino. Benito Correa celebró el regreso a la vida tan escandalosamente que fue llevado a la delegación. Y es allí donde comienza la transformación, pues cansado de ser el don- nadie Benito Correa y seguro de que sus desdichas se relacionan con su nombre y su gris existencia, se inventa una nueva vida acompañada de un nuevo nombre: hace creer a sus compañeros de celda que es Tony Lugano, el gran Tony Lugano, capo de la mafia y jefe del Cartel Mexicano. Benito cuenta con detalles la historia de una vida improvisada (como Lugano, claro) sin sospechar siquiera que la realidad superaría su ficción.En La vida de un muerto Oscar de la Borbolla crea (no recrea) la génesis y regeneración de un imperio, el del narcotráfico en México (o en cualquier otro país, a decir verdad) a través de historias paralelas que se desprenden de mundos ficticios inventados por el personaje de Benito Correa. Estas historias tienen su punto de enlace en la materialización de las anécdotas secundarias (que poco a poco ganan fuerza e importancia en la historia) dentro de las que participan los personajes que emergen en primera instancia de la imaginación de Benito Correa, pero que sin duda existían ya en la realidad del mundo de ficción ideado por de la Borbolla.Siguiendo esta misma línea, y apoyada en la teoría psicoanalítica del doble que se desprende del mito alemán del doppelgänger (el doble que camina) y que postula que todo ser vivo tiene, en algún lugar del mundo, otro doble de sí mismo, de apariencia idéntica, pero con un carácter siempre opuesto al de su doble, presento a continuación un breve estudio de los personajes de la novela La vida de un muerto.A partir del romanticismo, el doble ha constituido también un recurso literario importante gracias al cual es posible fractalizar los relatos a través de la proyección iterativa de un mismo personaje en diferentes espacios pero de manera simultánea. Para ello, los escritores han empleado motivos tan variados como la sombra, el reflejo de los espejos, los gemelos idénticos o el paralelismo sueño- vigilia, logrando así estimular la vertiente psicológica de las novelas, enriqueciéndolas además en anécdotas y tensiones narrativas.Desdoblar a los personajes no es tarea sencilla, incluso para un narrador consumado como lo es de la Borbolla -reconocido por su gran capacidad tanto de síntesis como de distensión- construir un laberinto de personajes y salir de él sin perderse en el intento es una empresa complicada. Sin embargo, lo que logra hacer con los personajes es una hazaña al más puro estilo creacionista. Pues aunque se vale de una situación extraída de la realidad inmediata como lo es el problema del narcotráfico, no lo reproduce sino que lo inventa y en el proceso logra crear un mundo tan absurdo que al lector no le resulta difícil asumirlo como verídico.Es momento de ingresar al laberinto, pero antes, hagamos como Ariadna y extendamos un hilo que nos conduzca sin peligro al interior del imbricado universo borbollano. Este hilo conductor, el generador de mundos paralelos dentro de la novela es, como ya lo sospechará el lector suspicaz, el mediocre Benito Correa, quien comienza el laberinto desdoblándose a sí mismo en una personalidad totalmente opuesta: así emerge Tony Lugano.(…) Y contra los barrotes de la celda, sudoroso y magullado, sintió que renacía, porque si había decidido quitarse la vida, bien podía quitarse de esa vida cuya lógica lo había conducido al suicidio. (…) Así, decidió asumir como propio el primer nombre que le viniese a la cabeza e inventarse una historia congruente con su actual circunstancia: la cárcel.Me llamo Tony Lugano, le dijo al maleante que había iniciado la trifulca (…) (p. 11)Tony es un personaje construido al estilo de la novela picaresca, con enormes semejanzas a la leyenda de la literatura norteamericana, Billy the Kid: a las ocho semanas de edad Lugano se había convertido en narcotraficante circunstancial; a los doce, era ya un ladrón consumado y jefe de una pandilla. A esa misma edad (que es el punto de referencia del pasado al que el narrador volverá una y otra vez) conoce el placer enajenante del sexo y se hace de su primer (y más fiel) enemigo: Roque Segal, un niño de su edad, huérfano y pobre, que pertenecía a la misma pandilla.La figura que los enfrenta, pero que al mismo tiempo los enlazará hasta el día en que se encuentran y mueren es Laura, una mujer que, durante el asalto a un banco y como parte de la estrategia, Roque decide adoptar como su madre. Pero Tony, desesperado por pasar corriendo al siguiente escalón de la vida precoz, la escoge como su gurú, su guía de sexo. Con todas las hormonas de sus doce años, Tony la desea, la compra, la posee y retiene como suya hasta que Laura muere (el mismo día de su boda). Incluso cuando consiguen una doble para suplantar a la original en el altar, las diferencias se desvanecen en un santiamén:El apremio era tanto cuando por fin llegaron las lauras que la elección tuvo que recaer en la primera que llenó el vestido, y fue un acierto, pues bajo el velo de novia, la falsa Laura se parecía más a la Laura verdadera que bajo las sábanas de la agonía, la Laura verdadera a sí misma.(…)Así como Laura, todos los personajes en la novela son pieza intercambiables; serán el miedo, el deseo o el rencor de los circundantes lo que facilitara la construcción y reproducción de los impostores, sin que ninguno se moleste en reclamar las diferencias. Tal vez esta sea la razón por la que el narrador nunca abunda demasiado en las descripciones físicas, pues evita así la individualización de cualquier carácter. De todos ellos se sabe sólo detalles vagos como el color del cabello o de los ojos, su edad aproximada, su profesión y sus habilidades, rasgos que bastan para superponer encima de ellos otros personajes pasajeros sin identidad propia que asumen la vacante.El tiempo y el espacio que operan dentro de la novela son también un elemento fundamental en el proceso de desdoblamiento. Y es que ¿de qué otra forma sería verosímil la idea de cientos de Tonys, de un laberinto de tonys falsos que ocultan al verdadero, sino es porque se tiene todo el mundo para ubicarlos? El espacio en la novela es entonces directamente proporcional a la fractalidad de los personajes.Por otro lado, el tiempo transcurre de manera intermitente entre el presente de Benito Correa (que sirve para abrir y cerrar el relato), la historia de la infancia de Tony y Roque, el presente de Tony y Roque -que es también el presente de Correa y que incluye a todo el universo de tonys falsos- y los saltos a acontecimientos inmediatamente posteriores a una acción presente.De acuerdo a la clasificación hecha por Samuel Gordón (1989: 21), podría decir que el tiempo que opera en La vida de un muerto es un tiempo con pliegues y alternancias, es decir, la temporalidad funciona con relación a historias paralelas con tiempos diferentes que se intercalan sucesivamente; cuando las dos historias se juntan, entonces sucede un pliegue.En nuestro texto, el pliegue ocurre cuando en su desesperada lucha por encontrar a su acérrimo enemigo Tony, Roque Segal (fingiéndose ser el Tony Lugano que maneja la mafia de México) se entera de que en una delegación está un hombre diciendo que el es Tony. Así, el mundo de ficción de Correa y la realidad ya instaurada por el narrador (que es obviamente omnisciente y capaz de focalizar internamente a todos sus personajes sin ningún problema) se encuentran a través de estos personajes.Eran demasiadas las exageraciones y las incongruencias que saltaban de aquella historia para tragársela. Correa comprendió que la mezcla de temor y respeto que había mantenido tranquilos a sus compañeros de encierro decrecía conforme la luz avanzaba (…) En aquellas circunstancias sólo un milagro los podía detener y el milagro ocurrió: una voz, como de Zeus tronante, atravesó la celda: ¡Tony Lugano! ¡A la reja! Todos quedaron paralizados: el más sorprendido fue Correa. (…)Señor, dijo Correa cuando salió del pasmo, no soy Tony Lugano, sólo aproveché la confusión para evadirme de la cárcel; pero… Roque lo traspasó con la mirada (…) (71- 73)Es entonces cuando se desdobla un nuevo carácter: el marinero Pablo Jofer “un marinero obsesionado con el sexo para quien la vida solo tenía sentido por escribirse con V(…)”, personalidad nuevamente inventada por Correa pero que adquirirá una nueva función en la unidad narrativa.El odio de Roque hacia Tony se fundamenta en la anécdota de la madre postiza: Tony se atrevió a arrebatarle a esa mujer (bailarina exótica, para mayor información) justo cuando el otro la había adoptado ya como su madre. Roque se contempla doblemente huérfano y por años (20 exactamente) alimenta su odio, vive de él. Cuando finalmente se encuentra con Pablo Jofer (Benito Correa) se ve reflejado en su historia. Gracias a que, por intuición o por suerte, la historia que Correa supo inventar acerca de Tony y Roque coincidía exactamente con la realidad, pudo caracterizar en Pablo todo lo que sabía que Roque estaba buscando: un doble, pero esta vez un doble idéntico, alguien con quien identificarse.El problema de los dobles en esta novela entraña un problema mucho más profundo que la confusión o la fractalidad: el de la identidad pérdida o, para ser más exacta, el de la identidad inexistente. Este problema esta directamente relacionado, creo yo, con una forma particular de concebir el mundo en donde lo que importa no es quien sino que: el individuo queda supeditado a las circunstancias. A un lado quedan los procedimientos, o las argucias que deban emplearse, es todo o nada, todo y nada… todo por nada.Finalmente, si de la Borbolla no se enredó en su propia trampa estructural fue porque supo establecer con precisión el motivo que conexionaría su texto: el odio. En “la novela ucrónica del narcotráfico mexicano”, como algunos críticos la han denominado, curiosamente lo que mueve a los personajes principales no es la sed de poder, sino el más puro y genuino odio.


BIBLIOGRAFÍA DE LA BORBOLLA, Oscar (1998) La vida de un muerto, México: Patria Cultural (Plaza Mayor).

GORDON, Samuel (1989) El tiempo en el cuento hispanoamericano. Antología de ficción y crítica, México: UNAM (Biblioteca de letras).

El mito del Doppelgänger, El Nacional.


MARÍN, Jorge El doble como recurso literario en Un rincón feliz

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